El Colexio de Podólogos de Galicia recomienda un cambio progresivo de las botas de invierno a las sandalias de verano para evitar ampollas, rozaduras, exceso de sudoración, sequedad, hongos o fascitis plantar
Recuerda que las chanclas están absolutamente contraindicadas para caminar o correr, pero sí para evitar contagios fúngicos en vestuarios, duchas y piscinas
El Colexio de Podólogos de Galicia (COPOGA) recomienda realizar un cambio progresivo al calzado de verano para evitar afecciones en los pies. Las dolencias más comunes en esta época del año son ampollas, rozaduras, exceso de sudoración, sequedad, infecciones cutáneas por hongos o fascitis plantar, entre otras. “Hay que tener en cuenta que con la llega del buen tiempo, los pies tienden a hincharse y aumenta la sudoración. Por eso, si pasamos de un calzado muy cerrado a sandalias directamente, estaremos incrementando exponencialmente la posibilidad de sufrir este tipo de lesiones” –afirma el presidente del Colexio de Podólogos de Galicia, Juan Dios–.
Esta transición de calzado es especialmente importante en el caso de las personas diabéticas, que no cicatrizan bien y cualquier pequeña herida o laceración puede derivar en una úlcera, y de las inmunodeprimidas porque al tener alterado el sistema inmunológico pueden generar infecciones complicadas y difíciles de curar.
Con el cambio estacional, los podólogos gallegos advierten que no es correcto pasar de la bota cerrada a la sandalia, sino comenzar con el uso de un mocasín o similar, por ejemplo, y escoger un calzado fabricado con materiales naturales y flexibles. Y recomiendan el uso ‘pinkies’, si el calzado lo permite, para favorecer la salud del pie. Deben ser de algodón o mezcla de algodón con fibras técnicas como el polipropileno u otros antibacterianos que aparte de absorber la sudoración favorezca su transpiración y expulsión. En casos de sudoración excesiva, aconsejan la utilización de polvos secantes que permitan que la humedad no se concentre en el pie, favoreciendo la proliferación de ciertos microorganismos como los hongos.
Pero el calzado estrella en verano son las sandalias y chancletas, normalmente sujetas exclusivamente mediante una tira entre el primer y segundo dedo. Ese tipo de calzado (destalonado) está absolutamente contraindicado para caminar y mucho más para correr. El hecho de que no tenga sujeción en el talón hace que en cada paso se tenga que hacer “garra” con los dedos para no perder la sandalia. Este gesto, llamado chancloteo o en el talón, produce una importante sobrecarga en la fascia plantar que se transmite al resto de musculatura posterior de la pierna, y puede provocar fascitis plantar, un dolor punzante en la zona interna del talón.
A esto hay que sumar la inestabilidad de este tipo de calzado, que aumenta mucho las posibilidades de ciertas lesiones como los esguinces. Por ello, el Colexio de Podólogos de Galicia recomienda elegir, en la medida de lo posible, unas chanclas o sandalias tipo trekking con sujeción en el tobillo. Aun así, las chanclas de dedo sí tienen su parte buena, y los podólogos recuerdan que están indicadas para evitar contagios de papilomas o verrugas plantares y hongos en espacios públicos como vestuarios, duchas y piscinas (en aquellas zonas donde el agua está estancada). Además, lo podólogos gallegos recuerdan que cuando se usen sandalias o chanclas es importante echar protección solar en los pies para evitar quemaduras y reducir el riesgo de padecer melanomas.
De manera general, el colectivo explica que, si se usa un calzado nuevo, no se deben realizar largas caminatas nada más estrenarlo, lo que es “especialmente importante” en esta época del año porque el pie va descubierto y no hay, ni siquiera, un calcetín que pueda hacer de barrera y proteger la piel.
Además, el COPOGA indica que el calzado sólo se puede utilizar de un año para otro si la suela no está muy desgastada y no se observan deformaciones. En caso de que se observe que el calzado está “viciado”, hay que sustituirlo. Además, esto será indicativo de que la persona no camina adecuadamente generando desgastes anormales que evidencian una marcha inadecuada. En este punto, será imprescindible acudir al podólogo para hacer un estudio de la pisada y realizar las compensaciones necesarias a través de plantillas para evitar sobrecargas que pudieran afectar tanto a los pies como al resto del aparato locomotor.
Además, es importante evitar llevar un calzado “excesivamente apretado” porque el exceso de contención y sujeción puede provocar un adormecimiento de los dedos de los pies debido a la compresión nerviosa que genera. Un calzado muy justo de talla o muy prieto puede provocar que se hinchen los pies porque no permite a la circulación venosa de retorno seguir su curso e, incluso, producir alteraciones y/o patologías en las uñas por estar en contacto continuo con el zapato ya que da lugar a microtraumatismos de repetición en ellas.
Aplicar por las noches una crema específica para los pies ayudará a recuperar su hidratación
El paso del calzado de invierno al de verano tiene una influencia directa en los pies, casi siempre en positivo, porque en verano se liberan del calzado cerrado favoreciendo que puedan expandirse de forma más natural. Como explica el COPOGA, el uso de calzado cerrado limita la actividad de un grupo de músculos pequeños, llamados intrínsecos, muy importantes para la estabilidad de los pasos. Y para ejercitarlos, el Colexio recomienda realizar actividades descalzas para recuperar tono y funcionalidad, pero de forma progresiva para no provocar fascitis plantar por sobreesfuerzo.
El verano es la única época del año en la que los pies pasan a ser visibles y hay muchas personas que sufren de sequedad de la piel sobre todo en el talón, llegando a producirse grietas en los mismos. Estas grietas se producen por falta de hidratación. Según los podólogos gallegos, el mejor consejo para recuperar la hidratación de los pies es usar cremas queratolíticas que suelen incorporar como mínimo urea al 20%, además de otros componentes.
Prensa Colexio de Podólogos de Galicia
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